Conozco a un hombre, vamos a llamarle Jon, que es eso que llamamos “un hombre de Dios”. A veces encontramos personas en las que Dios se manifiesta de modo luminoso. Dios es el amor de su vida, de verdad. Vive para Él. Y desde su amor total a Dios, ama intensamente a los pobres de la tierra. Una vida que se va desgranando en forma de amor. Tiene unos sesenta años, así que no hablamos de una emoción de juventud o cosas que aún tienen que pasar por el cedazo de la realidad. Ya ha vivido muchas cosas.
Pues bien. Jon me contaba ayer que un hermano suyo le decía: “Siempre que te pregunto qué tal estás, me dices ´muy bien`. A otra gente, cuando le preguntas cómo está, te responde que ´ya sabes, muchas cosas`, o te cuenta sus dolores, o dice ´vamos tirando`. Pero tú, siempre dices que muy bien, y se nota que es verdad.” Jon me lo contaba para hablar, una vez más, de Dios. De lo que Dios hace en él. De la Vida que le da, aunque su cotidiano es humilde y su vida no parece estar aportando nada a la marcha del mundo.
Jon vive abierto al amor del Padre, del Hijo, del Espíritu en la forma en que ellos le quieran amar. Y comunica ese amor a los demás, habitualmente por esa vía invisible que es la oración, el amor. Visiblemente, su vida tiene muchos de los rasgos de la de esos pobres por los que suplica. Visiblemente también, sabes que es verdad que Jon siempre está muy bien.
Miryam, aquella cristiana iraquí de la que ya he hablado en otra entrada. Una muchacha –quizá ya tenga 19 años como Natalia- tan segura del amor de Dios como para verlo amoroso y presente en todas las circunstancias de su vida, en medio de todo.
Una chica de 19 años a la que acaban de detectarle un cáncer masivo. Vamos a llamarla Natalia. Yo no conozco a Natalia, me hablaba de ella una persona que está maravillada por su modo de vivir esta noticia. Porque Natalia, con sus 19 años, está agradecida a Dios/el Trascendente por todo lo que le sucede, y ahora se abren, tanto ella como su madre, a lo que tenga que darse. Su actitud es de apertura a lo que venga. Siempre ha vivido abierta a la trascendencia, que reconoce como nuestra más plena dimensión, y no quiere rechazar ahora este tramo de vida que se le regala.
Samuel, que sufrió terribles abusos a manos de muchas personas durante su niñez y adolescencia, y pelea cada día para dejar atrás todos esos años de sufrimiento, para poder amar y vivir.
Podemos llamarlas inspiración, testigos, referentes… no sé. Vidas que no se ven, que no se perciben como deseables según los cánones de nuestro mundo y están nutriendo a la vida que vivimos. Personas en las que Jesús está presente, personas que me recuerdan para qué y cómo vivir, que me recuerdan lo que de verdad importa. No suelen ser conocidas, pero a veces sí (como Myriam), aunque eso es solo relativo y coyuntural para ellas. Viven de lo que importa, y nos muestran que es posible vivir así. Todas ellas tienen en común que aman a Dios, y todas ellas tienen en común el vivir su realidad cotidiana, no desde el punto que comprenden y controlan, sino desde aquel otro en el que experimentas tu impotencia y te abres al “todopoder” de Dios, que se revela grande en nuestra necesidad.
Para ti, ¿quiénes son esas personas y cómo te inspiran? ¿Nos lo cuentas en los comentarios?
Imagen: Mae Mu, Unsplash