Te dejo a continuación audios, poemas y música que me habéis ido enviando y que también te ayudarán a rezar en este tiempo.
Este audio contempla el tiempo de Semana Santa a la luz de la situación que, como sociedad, estamos viviendo con ocasión del coronavirus.
El Padrenuestro, esa oración con la que tantas y tantos nos unimos a Dios y entre nosotros cada día, también se puede leer a la luz del coronavirus.
Nada te turbe: una pequeña (gran) oración de Teresa de Jesús para contemplar a Dios.
33, EL MUSICAL, completo. Puedes verlo en este enlace.
Una oración guiada a partir del texto del lavatorio.
Este vídeo enfoca la Resurrección desde el vacío de la tumba.
En este enlace encontrarás propuestas para celebrar la Eucaristía por la tele. Hay muchas, muchas más. Igual te ayuda unirte a las de tu diócesis, que también serán unas cuantas.
Aquí te dejo recursos para celebrar una Pascua Familiar esta Semana Santa. Muy recomendable.
Y aquí tienes audios de Valivan para Semana Santa.
Esta es una propuesta que también mola: es la que hacen los jesuitas para celebrar la Semana Santa en casa.
La Semana Santa nos llega, tradicionalmente, a través de imágenes. En esta entrada iremos colgando imágenes para contemplar cada día de la Semana Santa. Se lo agradecemos al profesor de arte Román Felones.
Domingo de Ramos en el arte
Jueves Santo en el arte
Viernes Santo en el arte
María en la Pasión de Cristo
Domingo de Resurrección en el arte
Seguro que entre estas canciones encuentras algunas que te ayuden a rezar en estos días:
JUEVES SANTO
VIERNES SANTO
SÁBADO SANTO
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Hazme una cruz sencilla,
carpintero…
sin añadidos
ni ornamentos…
que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano de los dos mandamientos…
sencilla, sencilla,
hazme una cruz sencilla, carpintero.
León Felipe
La sangre del justo y la del malvado
pasan por tu mismo corazón.
La espalda del que golpea
y la que recibe el latigazo
son parte de tu mismo cuerpo.
En tus lágrimas lloran el dolor del bueno
y la confusión de su agresor.
Tu misma ternura
abraza el rostro de tu madre María
y el del soldado que te clava.
En tu corazón no hay excluidos,
en tu cuerpo todos cabemos,
en tus lágrimas todos lloramos,
en tu ternura todos existimos.
¡Déjame entrar contigo, Señor,
en tu misterio,
y vivir en el hogar de tu pasión
donde reconcilias lo imposible!
Benjamín González Buelta, sj
Suele haber diferentes clases de Descendimientos.
Por ejemplo:
el descendimiento de la cruz de la soledad
de quien de repente Te encuentra, Te acoge,
Te habla de tú, baila como en Cana,
añade un poco de miel, quita algunas langostas.
O por ejemplo:
el descendimiento de la cruz de la enfermedad
de quien se levanta del lecho como un joven David,
y ya está listo para coger la honda,
preparado para hacerle un chichón a Goliath.
Pero también existen cruces descomunales,
como cuando amando, por los demás se muere.
De estas cruces uno se desprende
cual deleitoso racimo sobre los brazos abiertos de Nuestra Madre.
***
No cómo, sino por qué
¿Por qué la cruz,
la sonrisa,
la herida profunda?
¿Sabes? Está tan claro cuando se ama…
Las dos, de Jan Twardovski
***
Siervo y Señor. Dios y Hombre vaciado.
Cristo caído desde toda Altura.
Tu condición divina la olvidaste para bajar al hombre,
este vacío esencial —sino en Ti, pues Tú le llenas—.
Hazme conforme a Ti. Dame tu forma:
La forma de ser hijo, cara al Padre,
en el ámbito propio del Espíritu.
Créame en El, créame Tú, de nuevo, a tu imagen y forma,
Tú la Cara del Padre, su Palabra creadora.
Oigo tu voz sobre la Cruz volviendo:
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».
Pronúnciame, mi Nombre, mi ser tuyo,
hazme voz de tu Voz, Palabra con tu Espíritu,
conforme con tu Vida y con tu Muerte,
muerto contigo, vivo para siempre.
¡Guárdame de las sombras!
De fiarme del polvo de mi pobre polvareda,
y hecho Templo de Ti guarde tu Templo;
y siempre, siempre, restaurando nuevo este ser que se cae,
pon tus manos en mis heridas, ponías en mi pecho.
Tu propio Corazón dé vida al mío.
Rompe cuanto separa.
Da camino al camino del Ser,
en la Esperanza que Tú has sembrado dentro de nosotros,
sello marcado por tu Cuerpo y Sangre,
tu Vida que nos das, Tú, nuestra Vida.
Emilio del Río
Porque nuestros proyectos
se desmoronan y fracasan
y el éxito no nos llena como ansiamos.
Porque el amor más grande
deja huecos de soledad,
porque nuestras miradas no rompen barreras,
porque queriendo amar nos herimos,
porque chocamos continuamente
con nuestra fragilidad,
porque nuestras utopías son de cartón
y nuestros sueños se evaporan al despertar.
Porque nuestra salud descubre
mentiras de omnipotencia
y la muerte es una pregunta
que no sabemos responder.
Porque el dolor es un amargo compañero
y la tristeza una sombra en la oscuridad.
Porque esta sed no encuentra fuente
y nos engañamos con tragos de sal.
Al fin, en la raíz, en lo hondo, sólo quedas Tú.
Sólo tu Sueño me deja abrir los ojos,
sólo tu Mirada acaricia mi ser,
sólo tu Amor me deja sereno,
sólo en Ti mi debilidad descansa
y sólo ante Ti la muerte se rinde.
Sólo Tú, mi roca y mi descanso.
Javi Montes, sj
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
Amén.
Gabriela Mistral
***
Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas.
Clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
– No, mi Niño. No, no hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna
entre las pajas de miel
le acariciaban la piel
sin despertarle. Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel.
¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: -Ave, María?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.
A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa.
A ti, ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.
Gerardo Diego
María con su hijo muerto en brazos.
Padre: Heme aquí, como un altar,
con La Ofrenda en mi regazo.
Es Belén hoy el Calvario:
vivo dolores de parto,
que el grano de trigo ha muerto
y mi seno ha fecundado…
Hágase, Padre, otra vez tu voluntad misteriosa!
Te di en Nazaret un SÍ
de doncella confiada y sorprendida.
Hoy soy madre dolorida y envuelto mi SÍ
en el llanto lo pongo ante ti, ¡oh, Dios!
y acepto tu voluntad hecha Misterio y quebranto.
Bebió, hasta apurar los posos,
el cáliz de la amargura:
no lo apartaste de él
y lo ha atrapado la red
de la humana gran locura…
Y heme aquí, como un altar,
con La Ofrenda en mi regazo…
¡Venid, sufrientes del mundo!
undid vuestro dolor con el mío,
vuestra pasión con la suya…
¡Dios va a cumplir La Promesa!
¡Ya en el surco ha muerto el trigo!
¡Apunta ya la cosecha!
¡La Esperanza reverdece!
¡La salvación está cerca!
Nieves Peñas
RESUCITADO EN LA TIERRA
–Mucho tiempo he tenido un cuerpo triste,
el traje de trabajo humano: ahora
voy estrenando el traje del domingo
que todos llevarán, resucitados.
El mío es el primero: me lo pruebo
despacio, solitario, acostumbrándome
ante el espejo inmenso de los montes
y el mar y el cielo, atónitos, callados.
Los árboles, los pájaros, las piedras
se estremecen al verme: ¿ya es la hora
de encenderse también, dejar la queja,
su hundido afán, su llanto de materia,
y ser gloria final en mi reinado
para que el mundo muera luego en paz?
Ya estaba encariñado con el otro
cuerpo: viejo, arrugado, con que el alma
creció en acuerdo dulce de avenirse
a las miserias mutuas, apegándose
a cada rozadura de la vida
como en unos zapatos convividos.
Pero ahora le premio en nuevo ser.
Ésta es la misma barba que ha brotado
como la zarza en la vereda, intacta,
turbia de sol, de polvo y de sequía;
hoy es el cerco de mi gloria, donde
Aquí siguen mis pies, casi de leño
a fuerza de caminos, ya invadidos
de piedra, en callo duro, minerales
que entran por mi sustancia y me hacen árbol;
ahora la tierra en ellos se humedece
de cielo y luz, y aprende así a esperar.
Aquí tengo mi cuerpo, sordo y blanco,
como un pan escondido en la alacena,
mi ciudad minuciosa de canales
y plazas, y aire y jugos, siempre en vela:
laborioso, descansa y goza ahora,
buen obrero en su fiesta, y queda sólo
entregado a su hermosa perfección,
hecho un himno de huesos bien trabados,
y carne que parece de alma, a fuerza
de saberse hacer justa, en cada sitio,
como debe de ser: ya se ha hecho música,
un canto de colores y de espacio
que ante mi Padre siempre quedará.
Los ojos que me vieran, cegarían:
tendré que disfrazarme, y apagando
mi luz, saldré del bosque de mi gloria:
iré a comer con mis hermanos tristes
y así verán que no soy un fantasma,
un espíritu viudo entre las brisas.
Allí les dejaré mi testamento:
mi palabra en sus manos, que la esparzan,
el abrazo final, sin hablar casi:
no les deslumbre y mate mi secreto,
mis alas y mi risa de inmortal.
José María Valverde
Imagen: Jonathan Borba, Unsplash